Cocinero de corazón
Viajes y culturaDuele saber que un mundo lleno de colores, sabores, aromas y arte sea tan poco retribuido. Solía decirle a todo el mundo lo maravilloso que se sentía crear; aún siento la increíble emoción de crear un platillo, pero con el paso del tiempo duele ver cómo el talento no es suficiente. Alguna vez leí que tarde o temprano la constancia vence al talento y he empezado a dudar de mi talento innato de ver la vida a través de un bocado. La retribución monetaria en mi profesión es lamentable y demasiado desequilibrada comparada con el alto nivel de exigencia y cansancio que se debe tener dentro del ámbito laboral. Veo tantos personajes con talento en las manos y la mente, capaces de plasmar el alma en un plato, y al mismo tiempo veo sus rostros llenos de preocupación por un futuro dudoso lleno de incertidumbre por no poder tener una vida de calidad.
El sacrificio de un cocinero va más allá de no tener los fines de semana libres o trabajar 16 horas en su cumpleaños; es despertar cansado todo el tiempo, tener dolor permanente de espalda, malos hábitos alimenticios, sueño constante y las manos quemadas, cortadas o enfermas por la humedad constante. Es decirle no a tus hijos por tener largas jornadas de trabajo y solo un día de descanso en el cual la vida se viene abajo, hundido en una almohada tratando de recuperar los sueños que perdiste. La vida de un gastrónomo suele ser pragmática, cíclica y acelerada; el tiempo no se percibe igual, una hora puede significar un día si tu producción falla, y 24 horas pueden ser nada si de descansar se trata.
La palabra restaurante proviene de restaurar; restauremos no solo a los que se alimentan, sino también al mundo encargado de hacer esto posible. Restauremos las malas prácticas laborales, el eterno conflicto de un salario digno y el pago justo de un plato de comida que trae consigo, detrás, a miles de personas que lo dan todo por el arte de alimentar: desde el agricultor, ganaderos, abarroteros, restauranteros, meseros, barman, baristas, mixólogos, tablajeros, mayoras, lava lozas y cocineros, personas llenas de sueños.
Se nos enseña a ponernos la camiseta por la empresa, lo cual se traduce a dejar tu vida entera por los sueños de alguien más. Creo fervientemente en que los soñadores de las parrillas somos almas libres que crean mundos enteros en sus mentes mientras cocinan un plato. Creo en un mundo laboral capaz de ser amable y agradecido con las manos que lo trabajan.
Cocinar es mi pasión, crear es mi esencia, ir un paso adelante es una necesidad interna. Seguir dejando el alma en cada plato es una convicción y ver el rostro de satisfacción de un comensal es mi gratificación. Tener una vida digna haciendo lo que me apasiona es el sueño prometido para mí y para todo el gremio gastronómico.
Para todos los cocineros de mi vida…
Chef: Cecy Barrera.