Latidos Resilientes: Mi Historia Íntima Contra el Cáncer

Desde el dolor, desde lo desconocido, desde el miedo.

La noticia te rebasa el pensamiento, y desde el inicio te invade todo un proceso: el cáncer. Los tratamientos a los que te enfrentas son muy duros, dolorosos y causan efectos secundarios intensos, pero ya estás metida en esto y no hay escapatoria.

Yo me armé de actitud, fuerza y positivismo, y aun así me derrumbé muchísimas veces entre la soledad y el desafío que representa esta enfermedad.

Pasas por una situación y luego sigue otra, y otra más… Un tratamiento que solo te hace pensar: “¿En qué momento terminará?”. Se te hace eterno y no hay forma de medir el tiempo. Y es justamente el tiempo el que te enseña a tener paciencia, disciplina, a no jugar con tu propia salud y a depender de la constancia que implica todo este proceso: tratamientos, doctores, citas médicas, estudios, medicinas, etc.

Cáncer es una palabra fuerte, y mencionarla se siente como si estuvieras luchando contra un monstruo indestructible.

Al principio, todo es desconocido y nuevo. Se cometen muchos errores que, en retrospectiva, desearías haber evitado o hecho de otra forma. Pero conforme avanza el proceso, aprendes muchísimo. Parece que te vuelves la doctora especialista en tu propia enfermedad.

Hoy comparto mi historia porque hubo un momento en que no quise luchar y quise darme por vencida, sintiendo que todo se derrumbaba a mi alrededor.

Sobreviví gracias a mi fuerza, a mi actitud y, sobre todo, a mis ganas de seguir viva.

Una parte muy importante fue mi familia. Ellos fueron mi fuerza, mi sostén y mi impulso para seguir, al saber que estaban ahí, conmigo, en esta batalla. También lidiaron con dolor, miedos y desafíos. Hoy sé que fueron mi principal motivo para seguir luchando.

Los vi caerse igual que yo, pero con la certeza de que venceríamos esta batalla.

El cáncer nos dejó un aprendizaje y una lección de vida única: cada uno se enfrentó a situaciones nuevas, conoció y entendió aspectos de sí mismo que antes desconocía.

La enfermedad es dura, pero esto fue lo que me ayudó a luchar.

Actualmente sé que aprendí de esta situación, y reconozco más que nunca mi valor, sabiendo que estoy viva porque no me rendí.

Aún hoy sigo lidiando con los pasos posteriores de esta enfermedad, pero aunque el proceso no ha terminado, entiendo algo:

Entiendo que hoy soy un ser humano determinado, comprensivo, selectivo, compasivo, en constante aprendizaje, que valora y aprecia la vida y todo lo que le rodea.

MARA.. SVC