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Energía de supervivencia

Autoguía
Lectura: 2 minutos

Cualquier ser vivo tiene programado en su cerebro que lo más importante es sobrevivir. En el caso de los humanos, esta función está delegada al sistema simpático, el cual es activado por el cerebro cuando tiene la sensación de que la vida está en peligro. Este sistema libera una serie de sustancias que le permiten al cuerpo tener más fuerza, más velocidad y mayor sensibilidad a ciertos estímulos, en fin, una serie de herramientas necesarias para sobrevivir en la naturaleza. 

Por el otro lado, está el sistema parasimpático, el cual hace exactamente lo contrario. Está encargado de relajar y recuperar los diferentes órganos que se ponen al límite cuando hay una situación de peligro. 

Hay que pensarlo así, el sistema simpático nos activa mientras que el parasimpático nos relaja.

En un estado de naturaleza salvaje los seres humanos teníamos algunos momentos de salvaguardar la vida, pero muchos más de relajación y recuperación de nuestros cuerpos. Con esto manteníamos una sana armonía y dejábamos que nuestro cerebro y nuestros órganos se recuperaran del estrés que sufrían por sentir amenazada la vida.

En la actualidad, nuestra vida ya no está en peligro constante, al menos no de la forma en que estaba antes; sin embargo, el ritmo de vida que tenemos con preocupaciones financieras, familiares, laborales y sociales, así como los diferentes estímulos sensoriales que tenemos por los equipos electrónicos con los que convivimos, logran que nuestro cerebro interprete algunas señales de preocupación o de estímulos como peligro y accione el sistema simpático. La diferencia hoy de cuando vivíamos en la naturaleza salvaje, es que ahora vivimos de manera constante con esas preocupaciones y estímulos, por lo que muchas veces pasan días sin que el cerebro mande la señal de activar el sistema parasimpático, es decir, descansar el cuerpo.

Ante la acumulación de “energía de supervivencia”, que no se gasta de manera física, sino que solo se acumula en el cuerpo estresando diferentes órganos, empezamos a sentir estrés y ansiedad por la falta de activación del sistema parasimpático. En este estado y derivado de todas las sustancias de supervivencia que recorren nuestro cuerpo, nuestra mente empieza a tener pensamientos de todo lo que podría salir mal en nuestras vidas en ese momento; lo que conlleva a que el cerebro active su modo supervivencia, que a su vez genera mayores pensamientos negativos creando un círculo vicioso interminable, que termina en mucha ansiedad y en su peor expresión en ataques de pánico.

Por eso queremos ayudarte a identificar estos síntomas para que puedas empezar a trabajar y controlarlos.

¿Cómo saber si lo que tengo es ansiedad?

Síntomas

  1. Sensación de nerviosismo, agitación o tensión.
  2. Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe.
  3. Aumento del ritmo cardíaco.
  4. Respiración acelerada (hiperventilación).
  5. Sudoración.
  6. Temblores.
  7. Sensación de debilidad o cansancio.
  8. Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual.

Existen varios tipos de trastornos de ansiedad, así como síntomas. Lo ideal es que si sientes que existe algo que no está dejando que cumplas con tus metas a lo largo del día y te genera una incomodidad, acudas a un especialista que pueda orientarte, ya que puede tratarse de un cuadro ansioso o algún otro tipo de trastorno como la depresión.

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Por: Rosella Magazine