Desafío, miedos y continuar luchando
AutoguíaContinué con mis quimioterapias y después de la penúltima sesión me ocurre un infarto, un suceso inesperado.
Yo estaba ansiosa por terminar el proceso de las quimios, porque ya eran muy dolorosas y me agotaban totalmente; había días que el cuerpo no se sostiene ni para caminar en casa ni bañarte.
Todo era dolor e inestabilidad, tanto física como emocional.
Y antes de terminar, me da el infarto. Nunca capté hasta que pasé a terapia intensiva y mi familia ahí estaba —deshecha por el acontecimiento tan inesperado—, la situación se tornó en un desafío otra vez.
Al escuchar solo el latido de tu corazón, te das cuenta que hay tantas cosas por apreciar en la vida.
Mi familia tomó la carretera para llegar a donde yo vivo y estaba hospitalizada. Creo que fue el camino más angustiante que pudieron pasar ese día. Y cuando los vi ahí, yo seguía en shock, ellos con caras de angustia y lágrimas.
Pude imaginar en ese momento qué difícil era para mí todo esto y para ellos aún más.
Sé que fui bendecida porque, desde que iniciaron los síntomas de infarto, mis médicos me guiaron.
Cuando salí de casa para trasladarme al hospital recuerdo claramente haber visto un colibrí en mi cochera, cosa que a mí me da buena vibra.
El colibrí fijó su cuello de frente y voló cuando yo iba hacia mi destino en el hospital.
Yo sabía que ese colibrí auguraba que todo saldría bien. Y así sucedió: realmente salí de ese episodio tan fuerte.
La vida me tenía preparada una lección
Terminé mis quimios y estaba yo agotada de todo; el infarto hizo mi vida más limitante, pero sentía a la vez que algo me deparaba la vida. Y era algo mejor.
Mis miedos fueron creciendo más, porque mi temor era si viviría o moriría; la situación se tornaba delicada.
Avancé en el día a día y llegué a soñar que moriría y aparecía en mi sueño un reloj, y las manecillas me indicaban el tiempo que me quedaba.
Era tanto el temor de morir que vivía intranquila.
Duré días sin dormir, sin comer y sin ganas de seguir; ya era mucho proceso doloroso.
Mi lección de vida, y la más hermosa que pude ver en ese trayecto devastador, era que tenía vida y ahí estaba yo en mi cama con ganas de seguir dando todo por recuperarme.
Pero la vida me dio fuerza, sabiduría, entusiasmo y lograr sueños que alguna vez pensé realizar.
De la nada me llené de optimismo y ganas por vivir, y hoy sigo en esa lucha constante y con ganas por todo lo que hoy puedo realizar y sueños que cumplir.
Soy muy bendecida y estoy agradecida porque mi familia y algunos amigos nunca me soltaron.
Agradecida con mis médicos también
Oncólogo – Marco Antonio Hernández García
Hospital Ángeles Centro Sur
Cardiólogo – José Luis Romero Ibarra
Hospital Ángeles Centro Sur