El ritual de las tres llamas para Día de Muertos
Autoguía, Viajes y culturaEn estos días en que los altares se levantan con flores, pan, fotografías y aromas del recuerdo, surge también la necesidad de conectar con lo invisible. El Día de Muertos no solo es una tradición: es un encuentro con lo que fuimos, lo que somos y lo que aún está por venir. Este ritual nace de esa necesidad. De honrar el alma. De encender el corazón. De recordar que somos fuego
que no se apaga.
Hoy, encendemos tres llamas. Tres velas que dan forma a un viaje profundo y simbólico: el pasado, el presente y el futuro.
LA PRIMERA LLAMA: EL PASADO
Encendemos la primera vela en honor a quienes ya no están en cuerpo, pero viven en nuestra memoria. Es por los abuelos, madres, padres, hermanos, amigos. Por los que partieron dejando una huella imborrable en nuestro andar. En esta llama viven sus historias, sus voces, sus enseñanzas. Es la luz de los orígenes, de las raíces, de todo lo que nos construyó. Nos detenemos en silencio. Cerramos los ojos. Permitimos que vuelvan por un instante. Que nos hablen, que nos miren, que nos abracen.
LA SEGUNDA LLAMA: EL PRESENTE
La segunda vela se enciende por nosotros. Por quienes seguimos aquí, caminando, amando, fallando, levantándonos. Es la llama que arde ahora, en este mismo momento. Nos recuerda que el presente también es sagrado, que respirar es un privilegio, que
sentir es un milagro. Nos pide gratitud por lo cotidiano: por la risa, el pan calientito, los ojos que aún podemos mirar. Esta llama nos ancla. Nos invita a estar. A habitar este instante con consciencia y amor.
LA TERCERA LLAMA: EL FUTURO
La última vela no es solo un deseo: es una promesa. Es la llama de lo que aún no ha llegado, pero que se está gestando dentro de nosotros. En ella depositamos nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestras intenciones más profundas. También en ella caben los que nacerán, los que vendrán después de nosotros. Encender esta vela es confiar. Es sembrar esperanza. Es permitir que la luz siga su curso más allá de lo que hoy conocemos.
CIERRE DEL RITUAL
Al finalizar, apagamos la llama del pasado y la del presente. No como una despedida, sino como un acto de soltar. El pasado ya fue. El presente ya se vivió. Solo la llama del futuro permanece encendida. La colocamos en nuestro altar, como guía para lo que está por venir. Como un recordatorio de que la vida sigue, que el amor nunca muere y que, mientras haya una chispa de fe, siempre habrá un camino iluminado.
ESTE RITUAL ES TUYO. HAZLO TUYO. Puedes acompañarlo con música suave, con una oración, con fotografías, con flores, con lágrimas o con risas. Porque todo cabe en el fuego del alma cuando se hace desde el corazón.
Facilitadora: @Lunadesalem






















