Las heridas que deja emprender (y lo bonito de seguir)

Emprender es un viaje que nadie te explica del todo. Lo que empieza con una chispa de emoción y ganas de comerse el mundo, muchas veces se convierte en una montaña rusa emocional: pérdidas silenciosas, duelos sin despedida, heridas que no cierran tan fácil.

Porque sí, emprender duele.

Duele cuando ese proyecto al que le diste todo no funciona. Duele soltar ideas que te acompañaron por años. Duele darte cuenta de que hay gente que ya no camina contigo. Duele cuando te toca fingir fuerza cuando en realidad solo quieres desaparecer un rato.

Pero nadie habla de eso. De los duelos que se viven en silencio. De la culpa por fallar, del miedo constante a no ser suficiente, del cansancio emocional que arrastras mientras sonríes para tu cliente número 3.

Y sin embargo…

También hay algo hermoso en todo eso. Porque cada pérdida, cada error, cada día difícil, te hace más consciente de quién eres. Emprender, con todo su caos, te obliga a elegirte una y otra vez. Te da la oportunidad de reconstruirte desde lo que sí importa: tus valores, tu historia, tu porqué.

Es en medio del cansancio donde más se revela tu fuerza. Es en el “esto ya no va más” donde nace una nueva versión de ti. Emprender no solo es construir un negocio; es reinventarte en cada intento. Y eso, aunque duela, también es profundamente bello.

Así que si estás ahí, atravesando un duelo silencioso en tu camino emprendedor, recuerda: no estás sola. A veces, continuar también es sanar.

No todas las heridas sanan rápido, pero todas te enseñan algo. Y muchas veces, ese aprendizaje es el inicio de algo mucho más grande de lo que alguna vez imaginaste.

Nos vemos en la siguiente edición.

Sofía Ontiveros 

@lunadesalem