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Lo que aprendí cuando perdí a mi padre

Autoguía
Lectura: 2 minutos

El día que mi padre murió, el mundo no se detuvo. Afuera, la gente seguía corriendo al trabajo, las tiendas abrían, los niños jugaban en el parque. Y yo… yo sentía que todo había quedado en silencio.

Pasé tiempo con él, sí. Tuvimos conversaciones largas, risas, comidas compartidas. Y sin embargo… hoy sé que no fue suficiente. Porque ahora que no está, lo único que quiero es más. Un día más. Una tarde más. Una historia más que escuchar. Un abrazo más para quedarme ahí, sin soltarlo jamás.

Me quedé con mil cosas que quería decirle y no dije. Con momentos que postergué porque “llegaba tarde” o “estaba ocupada”. Con llamadas que pensé hacer “después”. Pero el “después” no llegó.

Aprendí que la vida no avisa. Que no hay calendario que marque el último café, la última conversación, la última vez que escuchas reír a alguien que amas. Y que, cuando llega ese día, darías cualquier cosa por retroceder unas horas.

Desde entonces, entiendo que ningún trabajo es más importante que mirar a los ojos a tus padres mientras aún están frente a ti. Que ningún pendiente es tan urgente como escucharlos contar otra vez la misma historia, aunque ya la sepas de memoria.

Me di cuenta de que las fotos se vuelven tesoros, pero nunca sustituyen un abrazo. Que una voz grabada puede salvarte un día gris, pero jamás reemplaza la calidez de quien la pronunciaba.

Entendí que no hay manera correcta de despedirse. Que siempre va a doler. Y que ese dolor no se “supera”, solo se aprende a caminar con él.

Si todavía tienes a tu papá, por favor… abrázalo hoy. Dile lo que sientes aunque parezca obvio. Quédate cinco minutos más, aunque tengas prisa. Mírale las manos, las arrugas, los gestos… guárdalos en tu memoria como si fueran oro, porque lo son.

Y si, como yo, ya no puedes… entonces honra su vida viviendo la tuya con intención. Ríe como a él le gustaba verte reír. Lucha como él te enseñó a hacerlo. Ámate como él te amó.

Porque el tiempo que no compartimos, ese… nunca regresa. Y aun cuando creas que fue suficiente, cuando la ausencia llega, siempre querrás más.

Nos vemos en la siguiente edición.

Sofía Ontiveros 

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