Nos estamos quedando sin piel
Lifestyle, WellnessEn México, más de 94 millones de personas están conectadas a internet. La mayoría pasa más de 8 horas al día frente a una pantalla. Y aunque parezca normal, esto está transformando profundamente nuestra manera de pensar, de sentir y de relacionarnos.
Los estudios más recientes muestran que el uso excesivo de celulares, redes sociales y plataformas digitales está afectando el desarrollo neurológico y emocional de niños, adolescentes y jóvenes. Las habilidades sociales, la capacidad de autorregulación emocional, la empatía y la tolerancia a la frustración se están debilitando. Y eso da miedo.
Vivimos en una era donde ya casi nadie escucha un audio en tiempo real: todo es en velocidad x2. No es solo una cuestión de eficiencia, es un reflejo del poco espacio que le damos a lo emocional. Lo urgente le ganó a lo importante.
La generación que hoy tiene menos de 21 años ha crecido en una cultura donde la conversación profunda se sustituye por reacciones automáticas, donde el “visto” es suficiente respuesta y donde las emociones se editan antes de compartirse.
Lo que no se desarrolla entre los 0 y los 21 años, difícilmente se recupera después. ¿Qué pasa si estamos criando a una generación que no sabe cómo escuchar, cómo procesar una crítica, cómo leer un gesto, cómo acompañar a alguien sin necesidad de palabras?
Y esto no va solamente para la generación que estamos criando… también va para nosotros.
¿Hace cuánto no escuchas un audio sin ponerlo en x2?
¿Hace cuánto no ves un video con el volumen activado y no solo con subtítulos?
Nos estamos desconectando incluso cuando creemos estar presentes.
La inteligencia emocional, la más determinante para el éxito y la plenitud en la vida adulta, está siendo relegada por la inmediatez y la sobreexposición.
En México, según datos de la UNAM, los trastornos de ansiedad en adolescentes han aumentado más del 25% en los últimos cinco años. Las consultas psicológicas relacionadas con aislamiento social, dificultad para comunicarse o lidiar con el rechazo son cada vez más comunes. No es coincidencia. Es una llamada de atención.
No estamos hablando de tecnología vs. tradición. Estamos hablando de rescatar lo más básico: la conexión humana.
Tocar. Mirar. Escuchar.
Darle valor al silencio incómodo, a la pausa que incomoda, al tiempo que toma comprender a otro.
Porque si lo perdemos… nos quedamos solos, aunque estemos rodeados de millones de seguidores.
Y la conclusión es simple: si seguimos acelerando los audios, pronto nadie sabrá cómo escuchar.
Nos vemos en la siguiente edición
Sofía Ontiveros
@lunadesalem