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El día que mi dinero se fue de vacaciones (sin mí)

Autoguía
Lectura: 2 minutos

Era quincena.

Abrí mi aplicación del banco con esa pequeña dosis de felicidad que te da ver números más altos de lo normal. Todo estaba ahí, ordenadito, inmóvil, descansando como si fuera un domingo eterno. Cerré la aplicación y pensé: “Qué bien, ahí se ve seguro”.

Dos meses después, abrí la misma aplicación. Mismo saldo. Mismo número. Pero esta vez algo se sintió raro. Afuera, el kilo de aguacate costaba más, la gasolina subió y el café ya valía casi el doble. No lo noté al principio, hasta que entendí que mi dinero había decidido tomarse unas vacaciones sin avisarme.

Porque sí: aunque no lo creas, tu dinero también se cansa de no hacer nada.

Y cuando se queda quieto, la inflación se encarga de gastárselo poquito a poquito, como esas goteras que no suenan, pero vacían el tinaco.

La inflación es como ese amigo que siempre te pide “solo un poquito” de tus papas… hasta que te deja el plato vacío. No la ves, pero está ahí, metiendo la mano en tu cartera cada día.

Por eso, tener el dinero guardado “por seguridad” no siempre es tan seguro. Si lo dejas dormir demasiado tiempo, se encoge. Lo que antes comprabas con mil pesos, ahora cuesta mil cien. Y tu cuenta sigue igual: plana, quieta, obediente… y cada vez más pobre.

No se trata de gastar por gastar. Se trata de hacer que tu dinero trabaje por ti.

Y no, no necesitas ser millonario ni saber fórmulas raras. Solo entender una idea sencilla: el dinero parado pierde valor; el dinero en movimiento lo gana.

Invertir no es para los ricos, es para los pacientes. La gente cree que invertir es “arriesgarse”, pero en realidad el riesgo más grande es no hacer nada.

Piénsalo: si metes mil pesos bajo el colchón y la inflación es del 5 % anual, en un año tu dinero vale 950. Pero si lo inviertes en algo que te dé 8 %, terminas con 1,080. La diferencia parece poca al principio, pero con el tiempo se vuelve abismal.

Esa es la magia del interés compuesto —ese fenómeno silencioso que multiplica tu dinero cuando lo dejas crecer—. Es como plantar un árbol: el primer año apenas ves hojas, pero después te da sombra, frutos y raíces firmes.

La mayoría no invierte porque piensa que necesita saberlo todo. Pero nadie nace sabiendo de fondos, bonos o criptomonedas. Se aprende en el camino. Lo importante no es tener la estrategia perfecta, sino dar el primer paso.

Empieza poco a poco. Una cuenta de inversión, un fondo indexado, un portafolio automatizado… lo que sea, pero empieza. Porque si esperas a “tener más dinero para invertir”, te pasará lo mismo que a mi saldo dormido: un día despertarás y todo costará el doble.

Invertir es una forma de respeto: respeto por tu futuro, por tu trabajo y por el tiempo que ya invertiste en ganar ese dinero.

Mi dinero se fue de vacaciones, pero aprendí la lección: no hay nada más caro que la pasividad. Hoy prefiero que mi dinero se canse un poco, que se mueva, que se multiplique, que cometa errores, que aprenda conmigo.

Porque si lo dejo quieto, la inflación se lo lleva… y yo me quedo viendo cómo el café sube, la renta sube y mi cuenta sigue igual.

Así que la próxima vez que revises tu aplicación y veas tu saldo igualito que el mes pasado, pregúntate:

¿Tu dinero está descansando… o está perdiendo valor?

Emilio Sosa

Founder de Mamut Capital

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