Cuando soñabas con ser grande, ya eras tú.

¿Alguna vez te has preguntado si todo lo que tu niño interno te dijo en algún momento de tu vida… es quien te dicta hoy?

Sí, esa vocecita, ese impulso tan puro y claro que tenías cuando jugabas, imaginabas o simplemente respondías con certeza lo que querías ser “cuando fueras grande”, podría estar guiándote incluso ahora. Tal vez esa personita tan pequeñita ya sabía perfectamente a qué venías a esta vida, y hoy, desde tu adultez, solo necesitas recordar y permitirte seguir ese instinto.

Este mes, en el que celebramos a la niñez, te invito a hacer una pausa.

No una pausa cualquiera, sino una que te lleve directo al corazón de tu historia.

Cierra los ojos y piensa en ti a los cinco, a los ocho, a los diez años…

¿Qué soñabas? ¿A qué jugabas? ¿Qué decías que serías?

No subestimes esa respuesta, porque en esa inocencia muchas veces se esconde la semilla de tu propósito.

Y es que el propósito no es algo lejano ni misterioso.

No es una meta abstracta que está fuera de ti.

El propósito es eso que haces y te hace sonreír.

Eso que te llena de plenitud, que te hace sentir que estás en el lugar correcto, como si tu alma supiera que pertenece ahí.

Muchas veces no tenemos la claridad mental para decir “este es mi propósito”, pero el cuerpo lo sabe, el alma lo reconoce y lo celebra en silencio. A veces no sabemos explicarlo, pero simplemente nos sentimos de fiesta por dentro, porque estamos haciendo lo que vinimos a hacer.

Y eso no siempre tiene que ver con una profesión o una etiqueta. Tiene que ver con una esencia que se expresa. Puede ser cuidar, crear, inspirar, acompañar, transformar, enseñar o incluso simplemente estar presente para otros con amor.

Tu propósito es ese resultado profundo que puedes entregar al mundo sin perderte a ti; al contrario: te llena, te expande, te conecta con algo mucho más grande.

Si hoy te sientes perdida, desconectada o sin rumbo, te invito a cuestionarte:

¿Qué me hacía feliz de niña?

¿Qué me emocionaba tanto que perdía la noción del tiempo?

¿Qué decía que quería ser?

¿A quién imitaba o admiraba?

Ahí están las pistas. Volver a ese origen es más que nostalgia: es dirección.

Porque lo que somos hoy está íntimamente ligado a esa semilla que fuimos y que, aunque a veces olvidamos, nunca deja de hablarnos bajito.

Y si sientes que necesitas ayuda para vislumbrar tu propósito, para mirar hacia adentro con amor y empezar a escucharte, estoy aquí para acompañarte.

Hazlo posible y llega hasta donde solo tú puedes.

Tanguyu