Edadismo: El prejuicio invisible que envejece más que los años
Lifestyle, Salud“Ya no estás para eso”, “a tu edad ya no vale la pena”, “mejor que descanse y no se esfuerce”. Estas frases, tan comunes y aparentemente inofensivas, esconden una de las formas de discriminación más normalizadas en nuestra sociedad: el edadismo.
El edadismo es el prejuicio hacia las personas por su edad, y suele afectar especialmente a los adultos mayores. Se manifiesta en la manera en que los tratamos, hablamos de ellos e incluso en cómo los vemos a ellos mismos. Lo preocupante es que muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos siendo edadistas… y lo más doloroso es cuando este prejuicio viene desde la propia familia.
¿Cómo nos afecta el edadismo?
En la consulta médica lo veo constantemente: adultos mayores que minimizan sus síntomas, que dudan de su capacidad para aprender algo nuevo o que ya no se atreven a tomar decisiones por sí mismos. El mensaje que han recibido por años es claro: “tú ya no puedes”.
Este tipo de creencias no solo deterioran la autoestima, también afectan la salud. El edadismo se asocia con mayor riesgo de depresión, aislamiento social, menor acceso a tratamientos adecuados y hasta una reducción en la esperanza de vida.
Cuando se internaliza, el edadismo puede ser más limitante que cualquier diagnóstico. La persona deja de creer en su capacidad de adaptarse, de disfrutar o de aportar. Y eso es profundamente injusto.
Envejecer no es desaparecer
Envejecer no nos quita valor, ni historia, ni derechos. Cada persona mayor es un cúmulo de experiencia, conocimiento y sensibilidad que merece ser escuchado, respetado y tomado en cuenta.
Combatir el edadismo comienza con el lenguaje. No se trata de endulzar la vejez, sino de hablar de ella con verdad y respeto. Cambiar frases como “pobrecito, ya no puede” por “¿cómo puedo apoyarte?” marca una gran diferencia.
También es clave repensar los espacios: ¿hay lugares donde las personas mayores se sientan útiles, creativas, activas? ¿O los estamos relegando al rincón de la espera?
El cambio empieza en casa
Si tienes padres o abuelos, obsérvate: ¿les haces preguntas o solo les das indicaciones? ¿Tienen voz en las decisiones familiares? ¿Fomentas su independencia o su dependencia?
Y si tú eres quien está transitando la vejez, te lo digo con toda certeza: aún puedes aprender, decidir, amar, equivocarte, empezar de nuevo y ser feliz. Que nadie –ni siquiera tú misma– te diga lo contrario.
Romper con el edadismo es un acto de justicia, pero también de amor. Porque respetar a quienes envejecen es respetar el futuro que todos, con suerte, vamos a vivir.