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El alma por la puerta…

Autoguía
Lectura: 2 minutos

Elisa, una mujer de 30, casada hace 9 años… casi todos infelices. Una mujer ejecutiva y exitosa y según muchos y muchas, bastante atractiva.  Había cambiado mucho, ahora pensaba más en ella y se reflejaba en su aspecto y actitud. La decisión ya estaba tomada, pero la fuerza de voluntad estaba perdida. Ya no quería estar ahí ni un segundo más, se sentía agotada, ahogada, triste, ya no era ella. La relación desgastada desde hace años, sin respeto, sin complicidad, sin amor… ya estaba rota; una relación tóxica que poco a poco fue haciéndose tan pesada como para no poder respirar. Un día se miró al espejo y se dijo: – ¿Quieres seguir aquí y así? ¿Deseas continuar con alguien que no amas o que tal vez nunca amaste? ¿Quieres verte en 10 años igual o peor? Ya es hora- De pronto, se hundió en un silencio profundo y aterrador. Ella no quería ser la villana del cuento ante todos, no quería tomar la decisión, entonces pensaba: – ¡Ojalá que él cometa una estupidez! ¿Y si hago que él lo pida primero? – Elisa analizaba todo el tiempo: ¿Qué pasó? ¿En qué fallé? – tenía claro que una relación es compartida… -Y sí-, dijo entre sollozos: -lo que me sobró fue tolerancia y lo que me faltó fue mucho amor a mí misma-.

Una tarde, en una pelea, que para variar ya eran diarias, sin pensarlo lo soltó:   – Necesito un tiempo para pensar si podemos seguir juntos-  Él no podía creerlo. Claro que pensó que era sólo el momento y se fue creyendo que no se volvería a tocar el tema.

Ese mismo día, ella tomó la decisión con miedo, con angustia; ya no importaba ser la mala o la buena, nada ni nadie la haría cambiar. No importaba si él quería o no, ella al fin era libre. En ese momento, el aire que respiraba le sabía tan fresco como un dulce de menta y su llanto era tan liberador como cuando se camina descalzo por la yerba.

Elisa sonreía, sin saber que ahí empezaba el recorrido a la sanación, a la independencia, al autoconocimiento y al trabajo de espíritu; recorrido que, aunque no lo cambiaría por nada, no sería nada sencillo y estaría lleno de lágrimas, pero inundado de amor y decisiones que la llevarían a eso que conocemos como plenitud.

Después de un tiempo, se miró al espejo de nuevo y al fin sus ojos la reconocieron.

Deja salir tu alma por la puerta, tal vez y sólo tal vez te encuentres en estas historias.