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Renovarse o morir

Autoguía
Lectura: 2 minutos

La edad es algo completamente relativo. Cuando tenía 25 años, ante la disyuntiva de meterme a la carrera de teatro habiendo terminado la de ciencias de la comunicación en la Universidad Iberoamericana, me decía a mí misma, “eres muy vieja para iniciar una segunda carrera”. Hoy recordando esto, esbozo una sonrisa llena de ternura hacia esa joven mujer que era yo. 

Lo cierto es que estudié la carrera de teatro y me vengo realizando como actriz desde hace ya 28 años. En el inter, a mis 30, empecé a practicar yoga, disciplina que me salvó no solo emocional, sino también físicamente. A mis 33 me convertí en maestra de yoga diplomada por México y por India, y en alguna ocasión derramé un par de lágrimas al recordar que de niña no me alcanzaba a tocar las puntas de los pies. El yoga me llevó a la meditación, las flores de Bach y el Reiki, todas disciplinas que practiqué; conocí las mieles de sus beneficios y después las enseñé. Me siento muy orgullosa de que alumnos y pacientes míos se convirtieron posteriormente en maestros y terapeutas. 

 

En una de mis etapas más oscuras de mi vida, sufrí de baja autoestima y una vocecilla interior me decía, enseña a otras mujeres sobre autoestima. Así que desarrollé talleres de autoestima y empoderamiento para la mujer, sanándome y acompañando a otras mujeres en sus procesos de sanación. De niña yo era el chango de mi familia, es decir, a la que le gustaba brincar, bailar y correr, mientras que mi hermano y mi mamá eran excelentes para el dibujo y la pintura. A los 45 aproximadamente, apareció la pintura en mi vida; a pesar de que yo me había creído, no sé por qué, que tenía dos manos izquierdas. Empecé a pintar por puro gusto, casi por capricho. A los meses de pintar, me topé con la sorpresa de que una amiga quería comprarme un cuadro. ¿Cómo? ¡Yo lo pinté para mí!, me decía a mí misma. En total, en esa época vendí 6 cuadros sin ni siquiera proponérmelo. 

Desde hace 4 años resido en la hermosa ciudad de Querétaro y al llegar aquí, mi actual compañero me preguntó que por qué no hacía algo con mi voz. Me introdujo a la locución y hoy por hoy, mis ingresos vienen de mis cuerdas vocales. Hago locuciones comerciales, audiolibros, audioguías, e-learnings, doblaje… Incluso aprendí de producción de audio a mis 50 años.

¿Qué te quiero decir con esto? Que puedes reinventarte cuantas veces quieras, cuantas veces necesites, tengas la edad que tengas. El tango dice: “20 años no es nada”. Mi abuela a sus 90 decía: “renovarse o morir”. Yo me pregunto: “¿Qué seré cuando cumpla 60? Tal vez astronauta, ¿y por qué no?

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Por: Rosella Magazine